viernes, 28 de marzo de 2008

JOSE MARIA MERINO. [por Santiago Velázquez]

La novela es el gran artefacto que cuenta la vida. La experimentación tiene que ver más con las técnicas narrativas. Es muy difícil desfigurar la novela para que no toque la vida, para que se aleje tanto de ella que no la reconozcamos. La novela es el ámbito de la libertad. Ahora que casi todo está hecho, todavía es posible encontrar maneras de narrar que te permitan contar con eficacia aquello que te interesa.


Los finales de siglo siempre son desconcertados y desconcertantes. Es difícil hacer previsiones. Las herencias de los siglo XIX y XX están ahí, y no se pueden eludir. La novela es un género que se pone fácilmente al servicio de quien quiere usarlo. Lo único que se ha acabado es la escritura ingenua e inocente. La novela de ahora es un problema de arrojo, de inteligencia, de ganas de contar cosas y de imaginación. No hay que plantearse la superación del pasado sino la herencia que nos aporta, lo que hay detrás te alimenta. Es absurdo escribir novelas inocuas. Debería estar prohibido. Hay que escribir novelas con retos literarios, donde el que escribe se la juega. La novela puramente entretenida no vale para nada. Vivimos en la sociedad del entretenimiento y, en ese sentido, la novela no puede entretener, tiene que fascinar, perturbar.

© Santiago Velázquez 2001
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

martes, 25 de marzo de 2008

EDUARDO MENDOZA y la escritura. [por David Benedicte]

Nadie de mi generación ha escapado de su influencia [habla de Benet]. Me recomendaba no ponerme a escribir algo si el resultado no era incierto. Si sabía el final, mejor dejarlo.

Benet tenía una idea propia de la literatura, cosa que se está perdiendo hoy por hoy. Ahora hay gente que cree que tiene cosas que contar y las cuenta, sin pararse a recapacitar sobre ello. Hay que hacer una operación literaria. Benet había leído muy bien a Faulkner y a Dickens, y tenía grandes fobias. Para empezar a escribir se debe haber hecho antes el máster sobre lectura. Y dudo de que se haga correctamente en estos tiempos que corren. Hay que estar constantemente yendo a hacer el bachillerato.

miércoles, 19 de marzo de 2008

LOS MUTANTES [por Carmen Álvarez Madrid]

Escritores contra la naftalina

Huyen del término generación pero, casi sin quererlo, se han unido en un grupo y bajo un nombre: los mutantes | Las nuevas voces de la narrativa española comparten gustos y, sobre todo, variedad de estilos.

(por Carmen Álvarez Madrid para el periódico ADN)

Algunos de los autores de <i>Mutantes</i>.

Algunos de los autores de Mutantes.

C. Álvarez Madrid

"Las etiquetas siempre son estúpidas, pero es un paraguas donde cobijarte", afirma el sevillano Braulio Ortiz. Él es uno de los veinte autores seleccionados por Julio Ortega y Juan Francisco Ferré en Mutantes. Narrativa española de última generación (editorial Berenice), un volumen que pretende alzarse como altavoz de las nuevas opciones de la literatura hecha en España y que compila textos de Germán Sierra, Agustín Fernández Mallo, Mercedes Cebrián o Eloy Fernández Porta.

Sin embargo, no son lo que se dice una generación o un grupo literario al uso. Más bien la suya es la unidad de la diferencia. No comparten años -han nacido entre la década de los sesenta y las setenta-, tampoco estilos o temáticas. Ni siquiera son un grupo de amigos. Como los definió Luis Alberto de Cuenca en la presentación en Madrid de este libro, su unidad reside en que todos se han empeñado en "quitarle la naftalina" a la narrativa española de los últimos tiempos.

Ahondando un poco más, sí aparecen nuevas semejanzas. Viviendo en el tiempo que viven es normal que las nuevas tecnologías les hayan influido. También el cine o incluso el lenguaje periodístico, como insiste Fernández Porta. Algunos han escrito guiones, otros dirigido cortometrajes o han optado por el cómic. Y todo eso queda patente en su manera de narrar.

"Yo soy incapaz de escribir si no estoy conectado a un ordenador. Y no se escribe igual en un ordenador que a mano. No se corrige igual. No buscas la información de la misma manera...", ejemplifica Sierra, autor de Efectos secundarios y Alto voltaje. Por su parte, Javier Fernández -editor de Berenice y otro de los mutantes- va más allá y no tiene reparos en crear un relato como si fuesen -incluso estéticamente- noticias de un periódico.

De la nocilla al after pop

También comparten un cierto anti-idealismo, en la forma en que no aspiran encontrar un modelo literario perfecto si no ir aportando modificaciones. De ahí, lo de mutantes. "Cuando uno crea mutaciones se crean soluciones, pero también surgen nuevos problemas. La diversidad es nuestra característica", resume Sierra.

"Somos la generación que sabe que cada vez todo es más confuso pero, a la vez tenemos más posibilidades", afirma Inma Turbau. Y, sobre todo, la generación de la globalización, ya que, como se pregunta Turbau, ¿tiene sentido hablar de literatura española cuando leemos, traducimos y estamos influenciados por autores de todo el planeta?

En cierta forma, se sienten sucesores de la corriente posmoderna de Estados Unidos o el cyber punk porque como dice Ferré, coordinador del volumen, "no reniegan de lo que han aprendido de los maestros" si no que intentan dar una vuelta de tuerca sobre lo ya hecho. De nuevo son mutantes, aunque en algunos sectores de la crítica también se les conoce como generación nocilla (por Nocilla's dream, de Fernández Mallo) o los afterpop (por el ensayo de Fernández Porta).

"Muchos de nosotros hemos sentido cierta orfandad. La literatura que nos precedía no nos servía como referencia. A mi, por ejemplo, me gusta más Gómez de la Serna que autores posteriores", reconoce Jordi Costa. Por eso se sienten a gusto bajo la etiqueta de mutantes y unidos en un grupo que los reúne en su diversidad. Pero la mutación no ha hecho más que comenzar. Como aventura de Cuenca, "dentro de diez o quince años estos autores estarán en los manuales".

lunes, 17 de marzo de 2008

FRANCISCO AYALA



"El arte, como proceso espiritual, como actuación, consiste en desprender de la realidad una apariencia orientada por la brújula del sentido estético, no de otro modo que la máquina del fotógrafo desprende una apariencia exactísima, y, sin embargo, independiente, de los objetos colocados en su campo. El toque del arte consiste en herir a la Naturaleza en su talón de Aquiles, en ese punto vulnerable, sensible, cuyo contacto -así también en la mujer; así en la caja de caudales- basta a lograr la apertura de su entraña estética.


(...)


Nos ha tocado a nosotros sondear el fondo de lo humano y contemplar los abismos de lo inhumano, desprendernos así de engaños, de falacias ideológicas, purgar el corazón, limpiar los ojos, y mirar al mundo, con una mirada que, si no expulsa y suprime todos los habituales prestigios del mal, los pone al descubierto y, de ese modo sutil, con sólo su simple verdad, los aniquila."

Fuente Epdlp

jueves, 13 de marzo de 2008

PROLOGO DIFÍCIL, PERO CLARO Y CONTUNDENTE, PARA UNA EXPERIENCIA VITAL [por Jordi Serra i Fabra]

No hay un método para escribir.
No existe un manual.
Cada escritor, en sí mismo, es un mundo aparte, un ente único, diferente, que se guía por instintos, fuerzas incontrolables, pasiones, fiebres y arrebatos mientras se alumbra con el sol de su propio universo. Y hablo de escribir, no de ser profesional o aficionado. Sólo escribir. Pasar horas, días, semanas, meses y años delante de un folio, pluma en mano, o sentado frente a un ordenador, es algo difícil de explicar y analizar, algo que va más allá del placer o la vocación. Escribir es la soledad máxima, y por contra, la compañía global. Tú y tus personajes. Es la libertad.
Y la libertad no admite métodos ni manuales.
Entonces, te preguntarás qué diablos tienes en las manos.
Es una buena pregunta.
No lo sé. O por lo menos no estoy seguro de saberlo.
No he querido escribir un método o un manual. Sólo intento explicar lo que pienso, lo que siento, y lo que creo que es para mí mismo el arte de escribir. Alejandro Jodorowsky dice que si eres (o te sientes) afortunado, si la vida te ha bendecido con un don (o crees tenerlo), debes compartirlo con los demás, y regalar incluso parte de ello sin esperar nada a cambio. Supongo que yo lo hago a través de mis novelas, pero durante años de charlas en colegios, escuelas superiores o universidades en España y Latinoamérica, hablando de este tema y respondiendo a las inquietudes de quienes sienten de alguna forma esa llama en su ser, me he dado cuenta de que lo que más les interesa de mí es saber cómo escribo. Y responder a ese “cómo” no es fácil. Por esta razón me he arriesgado a ponerlo todo aquí, es decir, a responder esa pregunta y “escribir de cómo escribo”. Compartir mi experiencia con otros candidatos a plumífero también es una forma de llevar aquello que más amo hasta las últimas consecuencias, habida cuenta de que no soy, ni me siento, un maestro, profesor, erudito o intelectual capaz de disertar sobre lo divino y lo humano de la literatura.
Cuanto sigue es mi propio universo creativo puesto en solfa, la forma en que trabajo, la manera como funcionan mi sistema y mis neuronas, lo que pienso, lo que me parece importante, lo que siento al plantearme o escribir una novela, un relato o un cuento, y con ello tratar de ayudar, echar una mano para que tú, lector, y tú, lectora, deshagas el nudo gordiano que puedas tener. Y he dicho novela, relato o cuento. Aquí no voy a hablar de poesía, porque esa es otra página con palabras mayúsculas. Más que un "escritor", siempre me he sentido un novelista, un narrador. A veces digo que hay una energía flotando y un público esperando, y que yo estoy en medio, la capto, la convierto en palabras y la conduzco a ese público, a modo de filtro u ordenador capaz de haber dado con su piedra filosofal.
Voy a tratar de explicar cómo resolver problemas, cómo crear personajes, como elaborar diálogos, y por supuesto hablaré de la forma en que yo escribo, que es la mía, no la de García Márquez ni la de Saramago o Delibes. Sólo la mía. Técnica, estilo, ritmo, estructura... y guión. Muchos amigos míos me repiten que ellos no podrían escribir con mi manera de trabajar. Y lo mismo me sucede a mí con relación a la suya. Estos escritores (hablando en términos mayoritarios) son los que tienen una idea, unos personajes, y con esto inician una historia. Los dejan actuar y moverse libremente, de manera que ellos conducen el relato y el escritor les sigue mientras va tecleando y tecleando. Y es un método tan bueno como cualquier otro sí les funciona y se sienten cómodos con él. Mi sistema no puede ser más opuesto: hago un guión lo más elaborado posible, y no comienzo a escribir la novela en su versión definitiva hasta que ese guión es un bloque homogéneo y sin fisuras. Elaborando el guión lo pruebo todo, diez, veinte caminos, me detengo, sigo, pienso, corto, tacho, investigo, imagino cada escena como si fuera una película que tengo en la mente. El resultado es que al escribir el libro tengo su control, conozco a los personajes porque soy su padre y su madre, yo los he parido, sé cuántas páginas de extensión me alcanzará la historia, conozco su ritmo, sus secretos, he creado el estilo más adecuado. “Sólo” hay que escribirlo.
Por lo tanto, este es MI sistema (Sistema es una palabra más lógica que Método), ni mejor ni peor. Una forma de trabajar tan propia como lo es la suya para cada autor. No voy a dar fórmulas mágicas ni a desvelar nada que cualquiera, con tranquilidad y tiempo, podría hallar por sí mismo. No voy a descubrir nada nuevo, tenlo por seguro. Hablaré de lo que sé y de la manera en que sé explicarlo, con honradez y respeto. Si al terminar de leerlo todo he conseguido aclararte algo, me sentiré satisfecho y honrado. Si puedes aprovechar en tu beneficio aunque sólo sea un pequeño tanto por ciento de lo que sigue, sonreiré feliz.
Alguien me dijo al hablarle de escribir este libro: “Los magos no revelan sus trucos al público”.
Pero yo no soy un mago.
Todos los libros citados en esta obra (así como los fragmentos y/o capítulos reproducidos a lo largo de sus páginas, títulos o meros ejemplos literarios), han sido escritos por mí en los últimos años, desde mi debú profesional en 1972. No hay pues referencias a otros autores o novelas atendiendo a lo expuesto hasta ahora. Sólo puedo explicar lo hecho por mi mismo según ese sistema del que he hablado. Y me consta que algunas de mis teorías son muy opuestas a las mayoritarias y muchas de mis normas son objeto de debate (cuando no de enfrentamiento directo). Así que creo que esto las hace únicas.
Una última advertencia para navegantes: voy a hablar del “escritor” en abstracto, en neutro, como queráis llamarlo, refiriéndome tanto a masculino como a femenino, para evitar pasarme todo el libro diciendo el/la escritor/a o buscando construcciones afines. Y esto es una demostración de las muchas decisiones que el escritor debe tomar al encarar cada una de sus obras. Hay muchas preguntas y ha de encontrar la respuesta adecuada para cada una, y si no la encuentra, ha de arriesgarse y lanzarse con la que mejor le parezca de acuerdo con su instinto.
¡Ah, el instinto! (ya salió la palabra).
Gracias a todos los chicos y chicas (y no tan chicos ni tan chicas) que en estos años me ha obligado-impulsado a escribir este libro.
Feliz viaje.

Jordi Sierra i Fabra, 2006

jueves, 6 de marzo de 2008

El ensayo literario. [por Bárbara Jacobs]

El ensayo literario es una forma de expresión escrita en prosa y en primera persona del singular. Es una comunicación personal, desinteresada, sin otra pretensión que la de comentar algo, desde la costumbre de rascarse hasta la desaparición del ferrocarril, la lectura de un libro, la visita de un amigo, el desuso de la máquina de escribir.

Un ensayista escribe sobre lo que sea, con cohesión pero sin una meta predeterminada. Un ensayo literario es un fragmento de conversación que se lleva a cabo sobre papel y con un interlocutor imaginario. Refleja sin agotarlo el parecer del ensayista alrededor de una minucia o de un tema trascendental. Puede ser breve o no tanto, pero nunca muy extenso; en todo caso, no demasiado. Un ensayista, o un buen ensayista, se expresa con gracia y con tacto, porque intuye o sabe con qué tono hablar y cuándo callarse para no perder al lector.

Un ensayo literario no es la exposición de un tema; es apenas un comentario acerca de cualquier asunto; no llega a ser una opinión. El ensayista literario prefiere agradar que convencer; jugar una travesura al lector en vez de ganarle la partida o, menos, derrotarlo. Si en cada época florece un género literario más que otros, creo que en la nuestra el que va a florecer, o acabar de florecer, es el ensayo literario, el personal, éste que describo y que, si ha sido practicado por un modelo insuperable como Michel de Montaigne desde el siglo XVI, todavía tiene tela de la que cortar.

La soltura del ensayista (Charles Lamb era tartamudo) resulta de horas de calentamiento, no es espontánea ni está hecha de sobras; no es el último recurso de un mal narrador. El ensayo literario puede tratar de literatura, pero no toda prosa que lo hiciera sería un ensayo literario: como tampoco habrá de serlo cualquier ensayo, tratara de lo que tratara, sólo porque estuviera bien o correctamente escrito.

El ensayo literario es poco frecuentado por autores y por lectores porque es un género muy exigente. Es marginal para poder ser libre. Pierde autores y lectores pero no se desgasta. Hay diferentes tipos de ensayistas literarios. Las maneras de abordar un ensayo también varían y quizá son tan amplios los estilos que escapan a una clasificación o a una definición que los contenga a todos. Quiero decir que Juan de Mairena de Antonio Machado es tan lección del género como lo es Otras inquisiciones, de Jorge Luis Borges. Pero, mientras que el Mairena puede ser asimismo una novela, el de Borges es estrictamente un volumen de ensayos literarios, cosa a la que de igual modo se atendría a ser Las pequeñas virtudes, de Natalia Ginzburg, es decir, una recopilación de ensayos literarios.

Hay narradores (Borges, Ginzburg) y poetas (Machado, Borges) que además son ensayistas que practican tanto el ensayo, digamos, amplio, como el personal, el literario, el que es creación pura puesto que es desinteresado. Me explicaré mejor si recurro nuevamente a Borges. Su Historia de la literatura inglesa, por ejemplo, es un ensayo. Pero no lo llamo «literario» porque, a diferencia de los textos reunidos en Otras inquisiciones, que sí llamo «literarios», aquél tiene meta, es la exposición de un tema, la información que transmite es incontrovertible: en la selección de datos, en la categoría, el valor que tiene como opinión es secundario al histórico. Por supuesto que la calidad de la escritura es altamente literaria también en la Historia...; pero el ensayo amplio no es creación pura. Es que hay que señalar y definir las diferencias para entendernos.

No es cierto, creo yo, que hoy en día la «mezcla de géneros» convierta cualquier texto en todos, o en casi todos, los géneros. Cada género sigue siendo sí mismo, incluso el llamado «mezcla de géneros»: y otra cosa es un mismo libro en el que se reúnan diferentes géneros de textos: cuento, ensayo, comentario, etcétera, que constituyen un libro con mezcla de géneros. Como un ejemplo, pienso en Movimiento perpetuo, de Augusto Monterroso.

Quise incluir en este elusivo cuarteto El sistema periódico, de Primo Levi. Consiste en veintiún ensayos literarios, cada uno relacionado con un elemento químico. Si del conjunto se desprenden (veintiún) aspectos de la vida del autor, habrá lectores que supongan que se trata de la autobiografía de Levi. No los voy a desmentir, pero sí condescendería a calificar los ensayos literarios de Levi como autobiográficos, siempre y cuando se tenga presente que igualmente lo es todo lo que hace el hombre, literario o no.

ABCD de las letras