martes, 15 de julio de 2008

CARLOS CASTÁN. Entrevista.


¿De dónde surge esa veta dura de sus personajes?


--No lo sé. Para mí es un misterio. Literariamente siempre me ha interesado ese tipo de personajes que no tienen las cosas claras, que están como a la intemperie. Esa sensación de deriva, de búsqueda de algo. Como si a la vida le pidieran más peso, menos inanidad.


Pese a la memoria selectiva que nos absuelve, en el cómputo general de una vida, quizá haya más derrotas que victorias


--Si, desde luego. El título de mi libro es de un poema de Agustín García Calvo que empezaba diciendo: "Sólo de lo negado canta el hombre / sólo de lo perdido". Habla de cómo estamos añorando un niño antiguo y cómo nadie canta de lo que tiene, ni de lo que ha conseguido. Sólo fija la mirada en lo que le falta.


Uno se encuentra por la calle a escritores que dicen: "No puedo escribir nada; esta temporada me va todo de maravilla"


--Se escribe desde el sentimiento de algo que se perdió o que cree uno que perdió. Porque el pasado se recrea y también se inventa. Muchas veces no fuimos tan felices como creemos recordar.


¿Nos reinventamos la vida?


--Si; yo creo que el recuerdo es una rama más de la ficción. Somos creadores de nuestra trayectoria de forma retrospectiva. A mí eso me interesa mucho. Es un tema desde Jorge Manrique. Hay unos procesos de idealización que no sé hasta qué punto podemos estar en la realidad y a la vez conviviendo con ellos.


La infancia asoma siempre por sus páginas. ¿Aún la siente?


--He cumplido 48 años. Es algo que me queda lejos, pero hay determinados momentos en los que la sensación que tengo es de perplejidad. De decir: ¿Pero qué me ha pasado? En uno de los relatos hay un personaje que está borracho y llama por teléfono a su madre a las tantas y le dice que antes era un niño y que no entiende qué le ha sucedido.


Pero el libro está lleno también de huellas, no sólo de ausencias.


--Creo que esto del ambiente, de las huellas, quizá obedezcan al miedo que tengo a elaborar un discurso demasiado abstracto sobre la condición humana. Creo que los detalles sitúan al lector en un espacio que puede reconocer.


Detalles como "ese cruce de piernas de ella, como una crueldad lanzada a ciegas". La crueldad como mera presencia


--Hay diferentes tipos de crueldad que me interesan. Una descarnada, gratuita, que traté en libros anteriores, en relatos realmente crueles. Pero hay otra crueldad que está en la percepción de los personajes. Un hombre apocado puede percibir crueldad en lo bella que viene una mujer. Él cree que le están exhibiendo algo inalcanzable.


También aparece la mujer como salvadora, en otros casos


--Cuando una persona, a determinada edad, siente sed de intensidad, sin querer, o piensa en viajes o en mujeres. La mujer es la que te puede salvar, dar una segunda vida. De repente, aparece un personaje que es el que te da la fuerza para romper con las cosas. El amor fou.


El alcohol aparece por todo el libro como el compañero inevitable de los perdedores


--Es que el vino aparece como un refugio al desvalido, que está a mano en todas partes. El vaso de vino es algo como iluminado. Hay dos formas de transformar las cosas: una es actuando sobre ellas, y otra transformando la percepción de lo que nos rodea. Aparte de que estéticamente el vino me interesa en lo que tiene de transgresión, de peligro y cierto riesgo de abismo.


Uno de los temas filosóficos eternos es qué aporta de verdad el mundo y qué aporta el sujeto


--No son unos relatos deliberadamente filosóficos. Pero tienen una cosa que es propia de la filosofía y es que existen muchas más preguntas que respuestas. En mis cuentos yo creo que se ve claro. No se aportan muchas respuestas, ni remedios.


Tampoco vale la vida aburguesada como remedio

--Con estos personajes se tiene la sensación de que elijan lo que elijan se arrepentirán. Uno escoge un tipo de vida más cálida, en familia, y va a estar añorando toda su vida la intensidad, creyendo que ha desperdiciado la vida. Pero si está a la intemperie, añora la casa. Aunque probablemente en cada ventana encendida haya un drama, haya un chico con un examen al día siguiente que lo que quiere es morirse, el de fuera lo que ve es escenas de felicidad.

Entrevista en El periódico de Aragón por ROBERTO MIRANDA ZARAGOZA.

La ilustración es de Lorenzo Belarre

jueves, 10 de julio de 2008

Sergio Algora

marco.jpg (3 Kb)
"Hombres pelados con cuchilla,
mujeres en el sacapuntas,
niños en la mina, planetas en el zoo, estrellas en el cortejo."

Dejé mi país para ser etíope por un año.
Dejé de dictar para subordinarme.

Etiopía estaba bajo la nieve.
La fiebre la había helado.

El matadero de la Adis Abeba estaba abandonado.
Los buitres habían construido allí una nueva ciudad.
Los niños, como heraldos, soplaban los cuernos
arrancados de las reses.
Los ancianos se convertían en pergaminos.

El ganado se reducía a cenizas.
Los adivinos contemplaban el humo
y las heces.
Los brujos traducían los poemas del premio Loewe.
Nos dábamos por el culo sin cesar,
tiritando en las chozas.

Cada nevada exterminaba una tribu.
Nos quedábamos con sus cuerpos y con sus enseres.

Parecía que un sueño invernal
iba a terminar con el hambre.

Llegaron los renos y Santa Claus
y cargaron en el trineo los leones famélicos
que se exhibían en el palacio presidencial.
Le dimos un león a la uno,
dos a la dos, tres a antena tres, cuatro a la cuatro,
cinco a la cinco, seis a la sexta, una jirafa a la once,
todo el oro de África a todos los santos,
el único clítoris mayor de dieciocho años
al único dios.

El entrenador de dios,
colocó el clítoris africano en el centro del campo
de un chochito blanco
y lo hizo debutar en el mundial.

jueves, 3 de julio de 2008

FRIEDRICH VON HADENBERG (NOVALIS). Poesía es poesía.

fotografia de Friedrich Von Hardenberg Novalis
"La poesía se maneja con dolor y cosquillas,
con ganas y desgana,
error y verdad,
salud y enfermedad,
ella mezcla todo para su gran fin de fines:
la elevación del hombre sobre sí mismo".