sábado, 29 de septiembre de 2007

Viajes









Casi podría decir que mis primero pinitos en la escritura son los cuadernos de viaje. VIAJES...siempre ha sido un buen tema sobre el que escribir y muchas de las grandes obras de la literatura se excusan y/o sustentan en el viaje de los personajes.
Así que hay queda la nueva propuesta de trabajo.


Y como muestra un botón del libro Diarios de Motocicleta de Ernesto Che Guevara:

Un viaje tiene dos puntas. El punto donde se empieza y el punto donde se acaba; si tu intención es hacer coincidir el segundo punto teórico con el real no repares en medios. Como el viaje es un espacio virtual que acaba donde acaba hay tantos medios como posibilidades de que se termine, es decir, los medios son infinitos.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

La última hoja de otoño (Job) [Días de Lluvia]

El gato mira impaciente la última hoja que quedaba en el árbol del jardín. Este año el invierno se retrasa. Quisiera hacer algo para adelantar la caída de esa hoja pero sabe que la naturaleza es caprichosa y solo queda esperar.

Cada año cuando la última hoja de otoño toca el suelo llega la lluvia. La primera vez que la vio, el gato se quedó maravillado. El caer de las gotas sobre la hierba, el crepitar del agua en el tejado, el color del aire mientras llovía. Esa primera vez su madre no le dejó salir fuera. Cada intento de fuga era fustrado y el cachorro era transportado a la gatera en las tiernas fauces de la gata.

Al día siguiente volvió a llover y el otro y el otro. Solía llover casi todos los días del invierno. Pero aquella lluvia no era igual que la primera. No olía igual, no brillaba igual.

Pasó un año. Tras el caluroso verano el gato se había olvidado de la lluvia cuando una tarde cualquiera empezó de nuevo a llover. Al notar las primeras gotas de agua sobre su cuerpo un calido frescor le estremeció desde la cola hasta los bigotes. Aquel sonido, aquellos olores. Estuvo toda la tarde jugando bajo la lluvia, cazando gotas y dejando que su cuerpo se empapara de felicidad.

Al día siguiente nada fue igual. No olía igual, no brillaba igual. El agua caída al día siguiente no emborrachaba su corazón. Una profunda tristeza sumió al gato en un estado de densa melancolía. Aquel gato se había enamorado de la primera lluvia del invierno. Sus siete vidas se habían evaporado de golpe. El pobre animal vivía un solo día al año, el resto eran un simple compás de espera.

Con el tiempo descubrió que su Lluvia llegaba tras la caída de la última hoja de otoño. A medida que los árboles perdían su verde manto nuestro gato iba despertando de su letargo. Cuando descubría esa última hoja pasaba horas, días enteros vigilándola, esperando el ansiado momento.

Este año el invierno se retrasa y con el su Lluvia amada. El gato se siente viejo. Han pasado ya muchos años. Piensa que quizás esta sea la última vez que disfrute de su compañía. Se estremece con ese pensamiento y llora.

Sin avisar la hoja empieza a caer, planea sobre los rosales, saluda al raquítico limonero y tras un par de piruetas cae a los pies del gato. El cielo gris sonríe y comienza a cantar. En ese instante al gato le asalta una idea. Una arrebato de locura quizás, su única esperanza. Las gotas vuelan al encuentro de su felino amante. Este salta como poseído, intentando besarlas a todas. Pero no las besa, las recoge en su lengua y se las bebe. En un desesperado intento para retener al amor de su vida el gato bebe durante horas.

Al caer la noche ahíto de amor y lluvia, reventado por dentro, con el corazón anegado, el gato cae muerto al lado de la última hoja de otoño.


martes, 25 de septiembre de 2007

Urracas. [por Andrés Ibañez]

 
Fue aquel un día aciago en mi vida. Lo recuerdo como el día más bajo de un largo descenso hacia el valle más profundo, aquel en que anidan la tristeza, la desesperación, el suicidio. Estaba yo descendiendo por la tristeza, hundido ya en los helechos de la desesperación, cuando apareció la urraca. Se posó en lo alto de una antena de la televisión, y se puso a mover la cola de arriba abajo. Luego abrió las alas, echó a volar, trazó un amplio círculo por el patio y pasó frente a mi ventana. Por un instante, como en uno de esos efectos ópticos cuando miramos las manillas de un reloj, pareció quedar inmóvil en el aire. Una urraca inmóvil en el aire. Una cruz blanca y negra en el aire.

Volví a encontrármela unos días más tarde. Caminaba yo por la calle Jorge Manrique en dirección a la Castellana, y se posó en el respaldo de un banco callejero. En esa ocasión, tuve la certeza de que me estaba mirando. A partir de entonces, solía encontrarme con ella en el curso de mis paseos.

El encuentro definitivo sucedió un domingo por la mañana, entre los castaños de Indias de la Universidad Complutense. No es esa mi universidad, y por eso sus edificios y jardines no son para mí otra cosa que edificios y jardines. Encontré a la urraca frente al edificio de Derecho, posándose con violencia en una de las barandillas metálicas.

En aquella ocasión no sólo me miró, sino que me habló también. Le pedí que me explicara cuál era mi problema. «Tu problema», replicó, «es que no te atreves a vivir. Tu problema es que no te das cuenta de que eres libre y que puedes hacer lo que quieras.» «No», repliqué yo, que ya me sentía abrumado, «quiero decir mi problema como escritor.» «Es lo mismo», replicó la urraca. «No te das cuenta de que eres libre.»

Luego me pidió que la siguiera, y echó a volar. Voló en dirección al edificio de Filología que está cuesta abajo. Descendí por un camino de tierra entre los árboles. Había un edificio nuevo, apenas terminado y que seguramente todavía no estaba en uso. Vi cómo la urraca se posaba en el alféizar de una de las ventanas del piso superior. Luego se puso a mover la cola de arriba abajo, como llamándome.

Entré en el edificio. Estaba lleno de urracas, y también de otros pájaros. Todos me saludaban y me recibían con enorme amabilidad. Pregunté por la urraca, por mi urraca. Se reían. Me decían que me olvidara de ella, que era simplemente un guía. Pregunté qué era aquel lugar. Y así me enteré de que aquella era la universidad de las urracas. Un lugar en el que raramente se admiten a los seres humanos. Habían encargado a mi urraca que me llevara hasta allí. Aquel, me explicaron, era un raro privilegio.

A partir de entonces, comencé a asistir diariamente a la universidad de las urracas. Había muchas clases y departamentos, cursos especiales, talleres, laboratorios, cursos de doctorado. En todos era admitido, y en todos se enseñaban materias fascinantes.

Materias de las que yo jamás había oído hablar. Ciencia de los sonidos distantes. Ciencia de la conciencia. Ciencia de las formas geométricas del alma. Ciencia de la conciencia de los colores. Historia y tradiciones de Lemuria. Geografía imaginal de la Atlántida. Ornitología musical. Ciencia de los abismos y los precipicios. Percepción intrasensorial. La sexualidad como arquitectura. Arquitectura, locura, sexualidad y percepción lumínica. Narratología sexo-musical. Hipnosis auténtica y plagal. Creación de fenómenos psíquicos. Ciencia del amor visible e invisible. Ciencia de las formas del mundo. Geografía de lugares vacíos. Ciencia de la alimentación psíquica.

Pasé muchos, muchos años en la universidad de las urracas. Allí aprendí casi todo lo que sé. Allí olvidé casi todo lo que había aprendido antes. Poco a poco, comencé a adquirir caracteres de urraca. Me salían plumas en los brazos y en el torso. Me creció un pico y una larga cola de plumas negras que me resultaba cada vez más difícil ocultar con la ropa.

Finalmente, aprendí a volar. Me costó muchos años de esfuerzos, pero lo logré. Y ahora vuelo a menudo sobre los tejados de Madrid. Y a veces voy hasta el patio de la casa donde vivía, me poso en una antena de televisión y veo mi ventana vacía. A veces me poso en el balcón y observo a mi mujer y a mis hijos. Mi mujer ha vuelto a casarse, y está muy distinta.

Creo que mi hijo pequeño todavía me reconoce.

viernes, 21 de septiembre de 2007

 
 
"La creación del literato no tiene por qué preocuparse por el lector. Tanto si lee como si no lee, el lector tampoco le tiene nada en cuenta. Sólo si ambos son libres frente al otro puede existir la literatura. La naturaleza de la literatura en modo alguno consiste en ser consumida. Llegado el momento en que se puede escribir o no escribir, se puede leer o no leer, y se escribe y se lee, es cuando realmente merece la pena escribir y cuando hay algo que leer ."
 
(Contra los ismos)
G. Xingjian

lunes, 17 de septiembre de 2007

Breve caracterización de escritores

Cuando Esther me propuso que le ayudase con este blog acepté enseguida. Al tiempo fui consciente de la responsabilidad que esto conllevaba. Este es un proyecto muy hermoso e interesante y no quería estropearlo.
Así que me lo tomé con calma. Como coadministrador no bastaba con enviar algunos relatos. Investigué lo que pude por internet, consulté algunos libros y encontré diversos artículos que me gustaría compartir con todos vosotros. También habrá relatos pero los que ponga aquí quiero revisarlos minuciosamente.

A continuación os dejo el primer articulo, titulado "Breve caracterización de escritores" de Daniel Jassen.

Breve caracterización de escritores

Extracto del libro del escritor Daniel Janssen



1 El que toma café
Características: Pospone la escritura, se pasea mucho con sus pensamientos e ideas, no es muy productivo, espera a que le llegue la inspiración
Punto fuerte: Escribe textos bien pensados.
Punto débil: Le falta el tiempo.


2 El que difunde
Características: Pone sus ideas rápidamente sobre el papel, no se preocupa de los detalles de la formulación, exige muchos esfuerzos de otros.
Punto fuerte: Distribuye las ideas y acepta fácilmente toda clase de crítica sobre el contenido.
Punto débil: Descuidado, olvida cosas; da la sensación que el trabajo intelectual lo deja hacer por otras personas.


3 El Decorador
Características: Escribe lentamente, cada detalle es importante, desde el inicio pone los puntos en las íes.
Punto fuerte: Escribe textos con una formulación bella.
Punto débil: Pierde las ‘líneas generales’ con bastante frecuencia.


4 El que suprime
Características: La vista crítica es muy severa. Suprime mucho, escaso texto fijo.
Punto fuerte: La autocrítica.
Punto débil: La producción; falta de tiempo.


5 El que une
Características: Escribe rápidamente, muchas veces sin objetivo, es asociativo cambiando de tema continuamente, une todas las cosas.
Punto fuerte: Posee una abundancia de ideas.
Punto débil: Muchas veces el texto carece de unidad.


6 El coleccionador
Características: El experto e investigador de fuentes de pura sangre, sin embargo continuamente es inminente que se ahogue en la información.
Punto fuerte: Sabe mucho del contenido, tiene acceso a los conocimientos.
Punto débil: A menudo pierde de vista al lector.


7 El ajedrecista
Características: Planificador del proceso de la escritura, considerando los objetivos propios y los del lector.
Punto fuerte: Estructura y con una intención clara.
Punto débil: No todas las veces se le ocurren fácilmente las nuevas ideas.


Después de leer esto, ¿sabes ya a que grupo perteneces?

viernes, 14 de septiembre de 2007

Retrato de Cocteau por Modigliani

(Jean Cocteau)
"Las palabras ricas en color y sonoridad son tan difíciles de usar como las joyas aparatosas y los colores chillones.
Nunca se las pondrá una mujer elegante."